jueves, 24 de febrero de 2011

J

A esa hora en que se está más agusto al Sol (lo cual, claro, queda a criterio del lector, bien puede ser en la noche que no quema nada), le llamó este hombre desconocido por su nombre a lo que ella volteó.

- ¿Natalia, verdad? Tienes cara de Natalia, lo supuse. Sentí la urgencia de llamarte por el nombre correcto.
- ¿Y tú quién eres?
- No lo sé, no importa ya... Creo que llevaba una "J".
- ¿No recuerdas tu nombre?
- No lo quiero recordar, porque de nada me sirve si no es el indicado. Me dicen que tengo cara de Gabriel, pero la verdad es que yo me veo como de Daniel. Llámame Marcos.
- Te llamas Juan, o Jacob. Nombres bíblicos.
- No, me llamo Jonás. Te dije que me llamaras Marcos, pero no lo hiciste... Ahora tendré que irme.

Y se marchó. Así como se van muchas oportunidades por divagar respuestas que ya no importan.


-----------------


Natalia no atina ni una, pues.

miércoles, 16 de febrero de 2011

1629

Cuando terminó de vivir su vida, despertó para vivirla otra vez.
En esta ocasión salió cubierto de hormigas negras y el extraño jarabe de sus lágrimas. Ante el desierto de su lecho, comprendió que en esta su novena vida Natalia ya no seguía viviendo.
Ella se quedó en la octava, por pura terquedad: odiaba los números nones y amaba el ocho. Lo amaba tal vez incluso más que a Rodrigo.

Al levantarse, deambuló por novena vez los rincones vastos de los famosos reveses de la vida. La misma piel marchita de la juventud en sus manos; los ojos eternos que parecen mirar más allá de la sombra, y el corazón cansado de latir 3' 363' 840, 000 en vida (claro, multiplicado por nueve).

Pero ese Rodrigo ya no era Rodrigo... Porque sólo Rodrigo podía ser él mismo acompañado de Natalia. Ahora sólo quedaba Rigo, sin las demás letras.
Así que maldijo al ocho, al octavo, a los pulpos, a los múltiplos de tal número, a la 8th Avenue, al número atómico del oxígeno y a todo lo que se le ocurriera, pero no pudo maldecir el nombre de ella... Por tener sólo 7 letras.

viernes, 4 de febrero de 2011

Months


Vino y me dijo que te quedaste en Septiembre. Yo me quedé en Noviembre. Noviembre soy yo, Septiembre fuiste tú, y ahora somos Abril. No nos llevábamos bien, por ser de los últimos y de los primeros, pero igual nos vemos las caras, ¿no?

Y ahora Abril... no sé, tú dime, ¿Qué tal nos llevamos? Yo me siento "bien Abril": cálida, como de flojera, pero flojera agusto.


Me gusta que llueva en Septiembre y a ti que choque el calor de Junio levantando tu camisa blanca (perdón, esa soy yo, no el calor). Las lunas de Octubre son las más bonitas, ambos lo sabemos.


Y los demás meses ya no importan, por la única razón que no encontré otras cosas que nos gustaran de ellos.


Bien y fácil podríamos tener un año de 5 meses, solo para ti y para mi.