jueves, 24 de febrero de 2011

J

A esa hora en que se está más agusto al Sol (lo cual, claro, queda a criterio del lector, bien puede ser en la noche que no quema nada), le llamó este hombre desconocido por su nombre a lo que ella volteó.

- ¿Natalia, verdad? Tienes cara de Natalia, lo supuse. Sentí la urgencia de llamarte por el nombre correcto.
- ¿Y tú quién eres?
- No lo sé, no importa ya... Creo que llevaba una "J".
- ¿No recuerdas tu nombre?
- No lo quiero recordar, porque de nada me sirve si no es el indicado. Me dicen que tengo cara de Gabriel, pero la verdad es que yo me veo como de Daniel. Llámame Marcos.
- Te llamas Juan, o Jacob. Nombres bíblicos.
- No, me llamo Jonás. Te dije que me llamaras Marcos, pero no lo hiciste... Ahora tendré que irme.

Y se marchó. Así como se van muchas oportunidades por divagar respuestas que ya no importan.


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Natalia no atina ni una, pues.

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