
Qué flojera llamarte Simón y que todos te den el avión, o la razón en el mejor de los casos.
Qué frustración llamarte Simón y nunca poderte deshacer del acento.
Qué triste llamarte Simón y tener que inventarte otro nombre para evitar que tu cita haga mala cara al contestarle el "¿Cómo te llamas?".
Qué reconfortante llamarte Simón y que todo en el mundo fluya cómo debe fluir.
Qué satisfactorio llamarte Simón y que hasta cierto año de la primaria todos hagan lo que dices.
Qué bonito llamarte Simón y usar lentes de lectura, para verte sexy.
Qué orgullo llamarte Simón y tener esas 5 letras en tu nombre, además del acento.
Qué padre llamarte Simón y tener buenos amigos.
Qué envidia llamarte Simón y que tu nombre nunca muera, ya sea gracias a la religión, al recuerdo, al juego infantil, a la afirmación mexicana, étc.
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