
Anda,
Lámeme.
Estaba lloviendo en mi cuarto.
¡Sí, llovía dentro, lo juro!
Era una lluvia que le cambiaba el sabor al agua, la cual no tiene sabor pero sabía diferente. Uno nunca puede verla en la oscuridad, ni tampoco la sientes, hasta que ya se ha acumulado. Una precipitación que arropa con el tiempo a todos por igual, huesos, libros, objetos varios, incluso a mí... Y luego yo tengo el sabor de la lluvia, si me lamieras, te darías cuenta que es verdad.
Que tengo mi sabor y el sabor pluvial de todos los días.
Porque la lluvia está en todos lados.
Comprúebalo, ¿No quieres lamerme?
Ojalá la lluvia se pudiera comer, así mientras duermo no me moriría de hambre (suelo dormir con la boca abierta).
Ni me haría anémica u otro de esos mitos de los que se enferman.
Porque yo no me enfermo, sólo me contagian miedos... ¡Una lluvia estratosferica de miedos, que enferman a todos! ¿Ves como la lluvia sí está en todos lados?
Casi me precipito ayer a las 4 de la madrugada, por lo que escribiste que ya ni te acuerdas. Yo tampoco me acordaba, pero lo leí otra vez, mientras llovía. Y me acordé, y casi me lluevo.
Así, todas las oraciones repetidas, porque se repite lo que ya había ocurrido:
Llueve en el cuarto todos los días, se leen cosas todos los días -esto sólo cada cierto número de meses-.
Casi hago una estupidez
(ésta en cambio no sería repetición. Hablo de la estupidez en sí, no del acto de cometer estupideces -todos los días-).
¿No te has preguntado si la lluvia también contagia la estupidez?
a mí me han dicho que contagia el SIDA.
ResponderBorrarParece que nunca va a parar. Y va a parar.
ResponderBorrar¡Buena semana!
¡Besos!