sábado, 23 de octubre de 2010

You're the exception to the rule

#3 Terapia AL Doppelgänger por Terapeuta desconocido

Caso: La Dra. Doppelgänger, miembro del Comité Psicológico de la institución en cuestión, sufrió un ataque de histeria y profunda depresión por la muerte reciente de una de sus pacientes. No se ha recuperado y esto preocupa al Comité. Se le ha retirado la licencia temporalmente para evitar empeorar a sus demás pacientes.

Nota: A pesar del estado al parecer estable de sus capacidades y funciones mentales, se recomienda especial cuidado ya que la paciente #381 es un tema delicado a tratar con la paciente.

Método defensivo: Enojo y Cinismo general para ocultar frustración, dolor y depresión.

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Y estoy casi segura que ocurrió una de las noches de esta semana. Tal vez en realidad ocurrió hace ya varias semanas, muy por dentro, se moría detrás de la delgada cortina de felicidad. Y se terminó muriendo, la muy puta, a pesar de mis advertencias. Ya no contesta el celular (no es que lo contestara muy a menudo mientras estaba viva), al principio creí que era un método de evasión. Más adelante, comprendí que... ella... LA CABRONA NI SIQUIERA LLAMÓ PARA AVISAR QUE NO PAGARÍA LA ÚLTIMA SESIÓN. ¡Pero qué pinche es la gente! No es como si cobrara mucho.

- No estamos aquí para hablar de tus ingresos por terapia.

No me venga con esas, que sé perfectamente lo que quiere sacar de mí, ¿me oye? Yo aplico las mismas estrategias con cada uno de mis pacientes, sé en qué momentos está usted analizandome, tratando de entrar en mi psiquis.

- Hmm... ¿Cómo está el clima en Siberia?

¿Eh? ... (Ya, trata de hacerme bajar la guardia) ¿Pues cómo va a estar? Heladísimo, los niños mueren todo el tiempo. Y por más que lo deseen, los ancianos parecen nunca morirse.

- ¿Y usted desea morirse?

¿Me está diciendo anciana, maldito bastardo? No, no deseo morirme. No puedo morirme. ¿Sabe por qué?... Porque si ella se muere, yo vivo. Contrario siempre. Ella era débil, yo podía con su peso y con el mío también. Ella solía odiar, yo aprendí a querer en secreto. Ella era feliz en el silencio, yo necesitaba escuchar la música a todo volumen. Ella necesitaba estar sola, yo no la dejaba, y hacía amigos por ambas -lo cuál por cierto se me dificulta mucho por la Antisocialidad innata-. Ella lloraba, yo tenía que ponerme gotas en los ojos, para evitar que se me secaran.
A veces creo que le insistía demasiado. Era un ser empequeñecido por las circunstancias, y que le costaba sobrevivir. Que quería morirse sin vivir tanto, como los ancianos siberianos. Y yo no la dejaba ir, porque creía que juntas eramos equilibrio, que ella podía tomar de mí la fuerza, la frialdad necesaria para pararse contra el mundo. Pero se negaba a tomar nada, seguía siendo la criatura amada por muy pocos; y que a la naturaleza le urgía desenmarañar de la vida, como un nudo que no permite el flujo libre del hilo por el ojo de la aguja.

- ...

En lo que me distraje, aprovechó el momento, y se me murió. Como un colibrí suicida. Ahora soy la pareja de uno, y hay un desequilibrio enorme. Y es que en lo que se murió la primera, solo uno se dio cuenta de la sustitución por la segunda. Así de rápido se sustituye a alguien, que no es el mismo.
La primera era correcta y nos hizo el favor de avisar sobre su posterior desaparición. Pero la segunda, la maldita, ni siquiera se dignó avisarme a mí. No le pude encontrar sustituta. Y mientras yo la entierro, sus amigos se dan cuenta. ¿Qué va a pasar si para cuando llegue la tercera, ya no queda nadie, ni siquiera yo?

- Ya nacerá alguien en Siberia, o en cualquier otra parte, que ocupe su lugar.

¿Hasta cuándo?

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