domingo, 29 de agosto de 2010

Así y ajá

Después de un período relativamente corto de calma y felicidad, últimamente me da la impresión de sentir en lo más recóndito y oscuro de mi sótano personal, que ha vuelto con toda la fuerza de su maldad una oleada húmeda de Anti-socialidad que agüada las cajas de cartón de recuerdos, así como mi agenda de salidas sociales e incluso mis textos y ventanas de chat.

Poco a poco la oleada de anti-socialidad se va alargando a varias horas, e incluso días, y el efecto secundario de esto resulta en una muy superficial depresión (pero depresión al fin y al cabo).

Esto, como ya he comprobado otras veces, puede tomar control absoluto de mis reacciones emocionales (omitiendo por completo el efecto de mi poca paciencia) y convirtiéndome en una bitch más grande de lo que ya soy.

Esta diminuta depresión se ha encontrado un lugar en mis decisiones, dándome una weba que me impide aceptar cualquier invitación por parte de mis compas, y cuyo único antídoto es aceptar al final una invitación al azar y de hecho hacer lo posible por cumplir con ella. Claro que es una contradicción e ironía enorme que la cura al problema sea lograr el único ámbito que la misma enfermedad me impide cometer.

En fin, mientras tanto me paseo por los rincones de mi semi-desnuda habitación pensando lo bitch que seré por al menos unas 37 horas más hasta que llegue el momento de cumplir con una invitación a la que accedí.
Y si voy a ser una bitch, al menos quisiera ser una tan buena como este jerk:


Todo un ejemplo.

Espero que la Anti-socialidad no sea malita y sí me de chance de asistir a la invitación, porque de verdad empiezo a sentirme deprimida sin ver ni a un alma.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario